lunes, 6 de abril de 2009

Cumplido plan 21: Intento de ascensión a la Peña del Rayo (La Pedriza)

(El plan está cumplido, pues en su entrada preparativa ya aclaré la posibilidad de que quedara en "intento")

La Peña del Rayo:

De Peña del Rayo


ADVERTENCIA: El montañismo es una actividad que supone riesgos. No debe realizarse sin la experiencia y el material adecuados, ni tampoco es del todo aconsejable en solitario. El autor se exime de toda responsabilidad sobre cualquiera de las posibles decisiones que pudieran tomar al respecto quienes lean esto, y por tanto de sus consecuencias.

De Peña del Rayo


Algunos fines de semana me arrepiento de quedarme en Madrid pudiendo haber ido a la montaña. Lo que no suele pasarme nunca es lo contrario, arrepentirme de no haberme quedado el día que sí he ido. En la excursión de ayer, sin embargo, hubo varios momentos en los que sí sentí ganas de no haber salido de casa. Es curioso, porque al principio tenía pensado descansar este finde, ante la posibilidad de hacer algo los cuatro días de Semana Santa, pero luego el sábado me levanté con ganas de preparar alguna ruta para el día siguiente, y quise mantener esas ganas precisamente con la idea de no arrepentirme de quedarme el domingo. Y luego casi me arrepentí de lo contrario...

De Peña del Rayo


Dos son las causas principales de que la excursión no saliera a pedir de boca. Y las dos parece que se influyeron mutuamente, aunque no sabría decir cual fue más influyente en la otra. En primer lugar, creo que plantee una ruta poco creativa. Ya hablé en la entrada sobre el primer capítulo de "El Sentimiento de la Montaña" acerca de la creatividad en las tres fases del montañismo (planificar, ascender y escribir), y en esta ocasión la fase de la planificación sobre el terreno era poco artística, o al menos tenía poco porcentaje de itinerario original. Porque la mayor parte del kilometraje eran carreteras y pistas de tierra de aproximación (de Manzanares el Real al Tranco, de aquí a Canto Cochino, y de éste al Puente de los Franceses, todo ello de ida y vuelta), y porque la prolongada y costosa Senda de la Mina, siendo un bonito camino de montaña, ya lo había recorrido tres veces antes. Sólo los intentos de trepada a la Peña del Rayo y el relativamente breve tramo de la Senda de los Gavilanes eran novedosos para mí. Y eso, con la tediosa caminata de ida y vuelta por las mencionadas carreteras y pistas, tantas veces antes recorridas, compensa poco, inlcuso estando en la sierra. La otra causa fue mi estado físico, mezcla de una noche de pocas horas de dormir con un estado "alérgico - resfriado - oyoquesé" casi medio febril. Pero, insisto, que no sé si me sentí físicamente peor por la cansina pateda, o la pateada me resultó más cansina por estar físicamente peor, o ambas cosas.

De Peña del Rayo


Lo cierto es que comencé a caminar desde Manzanares el Real a buen ritmo, con la idea de quitarme cuanto antes esas carreteras de aproximación, y la verdad es que a pesar de la falta de descanso nocturno iba muy bien al principio, sin cansarme. Eso sí, odiando tanto camino ancho. En apenas dos horas estaba ya comenzando la Senda de la Mina, habiendo caminado rápido y con una sóla y breve parada cerca de Canto Cochino. Probablemente también me faltó dosificarme en ese inicio. Empecé a subir las interminables rampas de la Senda de la Mina ya con algo más de fatiga, pero manteniendo un ritmo bastante aceptable. Sin embargo, después de una segunda parada, ya no iba tan fino. Llegó un momento en que no podía mantener el ritmo, cada paso me costaba un esfuerzo tremendo y de hecho en alguno de ellos me notaba poco hábil, respiraba demasiado forzado, y en definitiva llevaba la lengua fuera. En cuanto vi una pequeña superficie llana y blanda me tumbé a descansar y, de lo mal que me sentía, aún tumbado seguía notando malestar; no era el típico descanso montañero que sienta tan bien (incluso suele ser uno de los mejores momentos del senderismo, si además el paisaje acompaña); esta vez me sentía destrozado. Como en alguna excursión anterior en que también estuve demasiado cansado, decidí tratar de dormir un poco. Tras algún amago de cabezada, en medio de los cuales oía a la gente caminando por la senda PR M1 o circular integral de La Pedriza (y por tanto estaba en relidad casi al final de la Senda de la Mina y de la subida), y viendo que eran cerca de las dos, me puse a comer. Después seguí hacia la base de la Peña del Rayo, ya por la senda PR M1, todavía con sensación entre el cansancio y el medio mareo, y cierta inseguridad o torpeza en los pasos.

De Peña del Rayo


Y aquí viene la paradoja (o seguramente no lo sea). Yo ya sabía que para subir a la cima de la Peña del Rayo (1838 metros) tendría que realizar varias trepadas usando las manos. Y era consciente de que mi estado no era precisamente el más adecuado para dicha actividad. Pero también me daba rabia renunciar a algo que tenía en mente desde hacía muchos meses, desde la última vez que pasé por este lugar y ví la posibilidad de tantear esta cima. Decidí empezar a trepar, y si me veía mal lo dejaba y punto. El hecho es que enseguida de ponerme a ello me noté mucho más despierto, hábil y fuerte; supongo que la necesidad de estar más concentrado e incluso algo de tensión o adrenalina en algún paso un pelín expuesto me hicieron recuperarme. Por eso digo que no tengo claro hasta qué punto el malestar físico era independiente del desánimo debido a la caminata de aproximación, el cual desapareció una vez metido de lleno en el verdadero objetivo de la ruta.

Probé a trepar hasta por cuatro sitios distintos. En todos los casos, antes o después llegaba a un punto en que o lo veía demasiado difícil, o no me sentía seguro, y finalmente renuncié. Aún así, hice varias trepadas más o menos sencillas pero satisfactorias, sobre todo por que me vi hábil y seguro en ellas. El hecho de no hacer cima me importó menos que otras veces. Lo había intentado hasta donde consideraba coherente y factible, y si no se podía no era culpa mía y punto; creo que voy conociendo mejor mis límites en ese sentido: cuando veo que voy a ser capaz de bajar por donde he subido, trepo, y luego efectivamente bajo bien, incluso en sitios aparentemente difíciles pero que luego bien tanteados son factibles; cuando veo que puedo pasarlo mal renuncio y ya está; esto antes no me pasaba: o renunciaba en sitios que en realidad eran fáciles, o lo intentaba en sitios más complicados en los que luego lo pasaba mal. Desde luego que puedo seguir aumentando mi capacidad para superar pasos más difíciles, y desde luego que la sensación de patio me sigue influyendo, pero de momento creo que he aprendido a marcar mi límite actual, al menos en solitario y sin cuerda. El caso es que el plan del "intento" de ascensión a la Peña del Rayo estaba cumplido plenamente, habiendo agotado todas mis posibilidades, y con un estado previo que no hacía presagiar tan buen resultado. Desde luego, ahora ya no me daba rabia la posibilidad de quedarme sin hacer cima, pues ya estaba totalmente intentado. Si no se podía, no se podía.

De Peña del Rayo


La mejora física y anímica se mantuvo un buen rato más. Justo el que empleé en recorrer la Senda de los Gavilanes para volver a bajar a la pista forestal del valle alto del Manzanares. Como dije, esta senda era novedosa para mí y, como tantas veces haciendo senderismo, la novedad era un aliciente. La parte original o creativa. Además, su trazado lleva por parajes hermosos y apartados, como la pradera del Llano de los Gavilanes: un lugar abierto y escondido al mismo tiempo; en la "trastienda" de La Pedriza, con una vista muy completa de Cuerda Larga, dominando un horizonte tan lejano que permite ver Abantos, Las Machotas, el Cerro de San Benito e incluso más allá, pero lo suficientemente tapado por los contrafuertes occidentales de la Cuerda de las Milaneras como para no poder ver ningún pueblo de la llanura madrileña. Y no faltaban los elementos animados en la estampa: inertes pero creadores de vida (el agua de diminutos arroyos nacidos en próximos manantiales) y directamente vivos (un grupo de cabras pastando de la verde y agradable hierba). Disfruté, ahora sí, de uno de esos descansos montañeros que mencionaba antes y que tanto reconfortan.

De Peña del Rayo


En este rato contemplé los matices de la luz sobre el paisaje. Las nubes iban cambiando el tono del lugar, logrando que parecieran casi lugares distintos, tanto a los ojos como al objetivo de la cámara. En menos de un minuto obtuve estas tres imágenes, y juro que no cambié los ajustes de la cámara ni he usado luego el "Photoshop"...:

De Peña del Rayo


De Peña del Rayo


De Peña del Rayo


Seguí luego bajando. Iba agusto, disfrutaba del día, justificaba el haber salido de Madrid. Miraba el mapa y reconocía sobre el terreno cada vaguada de este nuevo paraje, basándome en las referncias ya conocidas antes. Seguía los hitos cuando eran frecuentes, e improvisaba con la seguridad de la buena orientación cuando desaparecían. Senderismo creativo. Volvía a trepar a alguna roca para contemplar nuevas panorámicas, y los pasos seguían siendo ágiles. Ni atisbo de la falta de sueño, o de la alergia, o de nada...

De Peña del Rayo


Llegué a la pista forestal. Busqué en dos de sus recodos un tejo maracado como "milenario" en el mapa. Ninguno me pareció excesivamente vistoso ni aparentemente longevo; el más añoso estaba bastante dividido en troncos pequeños desde su base, y muy deslucido en su copa. Este otro objetivo secundario del día, también en mente desde hacía tiempo si alguna vez pasaba por aquí, supuso una pequeña decepción.

De Peña del Rayo


Seguí bajando por la pista, procurando tomar todos los atajos posibles, pero ya nuevamente acumulando metros de obligado y no deseado regreso, por terreno muchas veces antes pateado. Sabiendo además lo mucho que quedaba de dicho regreso. Y pensando en llegar lo menos tarde posible. Se acababa (o había acabado ya) la parte creativa. Es decir, de nuevo volvió poco a poco, más o menos inconscientemente, el desánimo. Pero lo que en realidad volví a notar primero, cada vez más, era el olvidado cansancio físico... ¿físico? El hecho es que de nuevo me notaba como mareado, y el hecho es que al pararme a descansar cerca de Canto Cochino, de nuevo me sentía fatal, otra vez era un descanso desagradable, y eso que había procurado sentarme junto a un bonito salto de agua de un arroyo. Entonces, ¿en qué medida la afección era física o psicológica, o en qué medida una inducía a la otra y viceversa...?

De Peña del Rayo


Otra cosa que me ocurrió en esta bajada está relacionada con algo que comenté en mi ascensión a Oso, y es acerca de la claridad de los pensamientos, el efecto reparador de la reflexión en el montañismo en solitario. Pues bien, volviendo a Manzanares por las tan patedadas y por ello (y por feas) odiadas pistas y carreteras, mis pensamientos eran de todo menos reflexivos y autorealizantes: chistes absurdos sin gracia ni para mí, llenos de juegos de palabras ridículos o sin sentido, nada trabajados, con frecuentes improperios, tacos y burradas, todo ello con la idea de entretener o despistar al pensamiento; lo típico cuando uno se aburre con lo que hace, como cuando en el curro me quedo sin batería en el MP3; pues así durante varios kilómetros; vamos, que no sé ni cómo me aguantaba a mí mismo (es parecido a cuando un niño se pone muuuuuuy pesado, repitiendo tonterías una y otra vez, pero en este caso el niño pesadito era yo mismo). Vaya con la reflexión del senderismo en solitario...

Está claro que la calidad del senderismo o del montañismo es fundamental para llegar a los resultados posteriores positivos que se buscan. Andar por andar, sin más, no es lo más importante. O subir por subir. La creatividad es necesaria para no acabar estancados, o incluso odiando una actividad en principio tan gratificante. Eso, y dormir mejor la noche anterior...

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