Ahora sí parece que le he cogido un ritmo aceptable a la lectura de este libro. Lo cual no es difícil, una vez que te haces a su intención recopilatoria y a su espíritu filosófico / ideológico.
Muchos son, de nuevo, los sentimientos mostrados por montañeros históricos con los que siento afinidad, esta vez trasladados a un ámbito específico al que me siento más cercano que en anteriores páginas: "El Origen del Sentimiento en España" (Capítulo II) y "Los Pirineístas" (Capítulo III). Además, resulta significativo que sentimientos tan afines nazcan en marcos tan diferentes, orográfica y políticamente, de Los Alpes (los reflejados principalmente en la anterior entrada sobre el capítulo I). No voy a hacer una "recopilación de la recopilación" tan extensa como en la anterior entrada, por un lado porque estaría entrando en un estudio demasiado minucioso del libro, que no me apetece, y por otro, por respeto a la obra de los autores, Eduardo Martínez de Pisón y Sebastián Álvaro, de quienes ya he abusado en exceso sin pedir permiso, aunque dada la imaginable difusión de éste blog probablemente no sea algo demasiado destacable.
Sí me quiero quedar con unos pocos aspectos que me han llamado la atención. En el capítulo II, me siento lógicamente identificado con la alusión a la Sierra de Guadarrama como telón de fondo de la perspectiva desde la ciudad de Madrid hacia el norte; esa mirada de deseo hacia esas entrañables montañas, mientras se está en medio del bullicio de la urbe, y uno está soñando con la tranquilidad tan cercana de esas modestas cumbres; Muchos días lo vivo desde el propio trabajo; Curioso que en épocas tan lejanas, en las que la ciudad era mucho menos extensa y sobre todo menos estresada, ya se apreciara ese contraste. Por otro lado, hay una cita de Unamuno que parece pensada para éste blog: "No podría vivir si no me escapara así que puedo de la ciudad, a correr por campos y lugares (...)".
Del capítulo III, sin duda me quedo con los sentimientos reflejados por Louis Ramond de Carbonniéres, Henry Russell y Franz Schrader, los tres principales pirineístas clásicos, de los cuales tengo sus respectivos tres libros más representativos, y que espero leer más tarde o más temprano; si sus páginas son tan emocionantes como las pinceladas que se muestran en "El Sentimiento de la Montaña", creo que disfrutaré mucho.
Un aspecto común a ambos capítulos tiene un tinte melancólico: la pérdida de buena parte del sentimiento debido a la colonización humana de las montañas: Yo digo que me siento afín a todas esas expresiones de hace uno o dos siglos pero, ¿qué habría entonces sentido yo en unas montañas a las que el acceso era mucho más complicado y verdaderamente natural que ahora? Es otra razón por la que insisto en que no podemos compararnos con aquellos pioneros.
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